jueves, 30 de abril de 2009

Historia de un Puente inesperado



Viernes por la mañana. Me despierta la alarma de mi teléfono. Empiezo a hablarle a la familia para iniciar el día. Mi mujer me dice “ No te enteraste ayer que los niños no van a la escuela”. Pienso: “Es por el ultimo viernes del mes, la Junta Técnica”. Pregunto que si lo cancelaron definitivamente. En ese momento, todavía medio dormido, me entero de que se cancelaron todas las clases, incluyendo las de la Universidad. Pienso que no suena mal para ser viernes y tener tiempo suficiente para ponerme al corriente algunas cosas, porque además los días estaban medio acelerados. Prendo la tele para ver las noticias pues aun lo creía. Ese fue el inicio de un largo sueño. La entrada a una película de ficción que todavía sigue.

Una película sin guión. A cada rato nos dan uno nuevo. Justo de esas películas donde uno se duerme y la vida es de una forma y al despertar todo es completamente distinto. Recuerdo EL Efecto Mariposa No me desagrada ese sentimiento que me invade. Siempre quise estar dentro de una película. Que la vida fuera como una de esas donde los protagonistas viven una vida plana, casi aburrida y de pronto pasa algo, da un giro inesperado y entonces llega la pasión. Todo se mueve empezando por los sentimientos. La base sobre la cual estaba su vida, ahora es distinta. Es un cambio que los obliga a cambiar a pensar distinto. Replantearse la forma en que hasta el momento han visto y vivido la vida. Una sacudida interna de tal magnitud que hasta el respirar se vuelve peligroso.

Las cosas más básicas de la vida están amenazadas. Saludarse, no importa con quien, puede ser peligroso. La costumbre del beso empieza a ser cosa de alto riesgo. Las cosas básicas del diario vivir se mueven. Las manijas de las puertas pueden resultar peligrosas. Lavarse las manos varias veces es vital. Antes sería visto como una manía. Hoy nos piden que todos seamos un poco maniáticos. Exagerados con la limpieza. Esa será la clave de sobrevivir. Estornudar es casi visto cómo algo que nos pone el peligro a todos. El virus, dicen, se transmite de forma fácil. La calle empieza a ser un lugar para los arriesgados y los locos. Las personas empiezan a usar tapabocas, guantes y a evitar el contacto humano. Una cosa muy rara ha logrado movilizar a la Ciudad más poblada del planeta. Por fin alago parece que nos pone de acuerdo. No saludar a nadie.

Los lugares de reunión empiezan a cerrar. Los cines son lugares peligrosos donde el virus se puede expandir de forma fácil. Los cafés empiezan a ser lugares donde resulta peligros estar. Cualquier lugar donde acostumbre reunirse gente es peligrosa, más si en ese lugar se puede pasar horas y horas platicando o tocándose. Los restaurantes empiezan a trabajar a la mitad. Sólo comida para llevar. Hasta que por fin cierran de forma definitiva. Sin cines, restaurantes y cafés el lugar obligado es la casa. Las únicas personas con las que uno tiene permitido estar son la familia. El único lugar, que hasta el momento, es el más seguro es la casa. Ya todos juntos en casa y ahora una cosa nueva. Tiembla. Ahora si, literalmente la tierra se nos mueve. El suspenso continúa.

Hasta aquí a las personas apenas les empieza a caer el veinte. No se puede obligar al cerebro a pensar que las cosas están mal si todos estamos vivos. La amenaza no se vislumbra, no se ve clara. Estamos acostumbrados a que si pasa alguna desgracia tenemos que ver edificios caídos, gente muerta, sangre. Cosas que nos consten. No tenemos la costumbre de prevenir y eso hace que el cerebro no conecte una cosa con otra. La tensión sigue y el nuevo guión es quedarse en casa con la familia. No salir.